TALENTOS SENA DESTACADOS
Cristian recuerda el
momento en que el SENA llegó a su comunidad con una oferta de formación en
técnico en promotoría ambiental, un programa orientado a fomentar la conciencia
ecológica y a empoderar a los ciudadanos para actuar frente a las problemáticas
medioambientales de sus territorios. En ese entonces, como muchos jóvenes de su
barrio, él vivía inmerso en un entorno donde las expectativas eran escasas y
los sueños parecían inalcanzables.
“Antes del SENA mi vida
era marchita, estábamos acostumbrados a un ritmo de vida que nos hacía
vulnerables a la violencia. No sabíamos que podíamos aspirar a algo más”,
manifestón Rincón.
El proceso de formación
que se desarrolló en el Centro de Diseño Tecnológico Industrial no
solo le entregó conocimientos técnicos y habilidades prácticas, sino que le
permitió replantear su visión del mundo y de sí mismo. “El SENA me enseñó que
valgo, que somos personas con derechos, que podemos soñar. Me cambió el chip,
me hizo ver que no éramos solo víctimas de un entorno difícil, sino agentes de
cambio”, afirmó.
Gracias a esa formación
y al acompañamiento de instructores comprometidos, Cristian logró lo impensable
para muchos jóvenes en situación de vulnerabilidad: fundar su propia
microempresa de reciclaje, con la cual hoy no solo contribuye al cuidado del
medio ambiente, sino que saca adelante a su familia y genera empleo
en su comunidad. “Pasé de empuñar cosas que hacían daño, a empuñar sueños de
amor y progreso. El SENA me hizo entender que vivir vale la pena, y que lo que
aprendemos debe ponerse al servicio de los demás”, aseguró.
Su testimonio no es solo
el de una transformación personal, sino el reflejo de un impacto colectivo. La
llegada del SENA hace una década a su sector marcó un antes y un después para
una generación que había sido relegada al olvido. “Si el SENA no hubiera
llegado, muchos de nosotros no estaríamos aquí. Nos dio una razón para luchar,
una herramienta para construir y un motivo para creer en nosotros mismos”,
expresa con gratitud.
Hoy, Cristian es un
referente para otros jóvenes de su comunidad, a quienes anima constantemente a
formarse, a no resignarse ante las adversidades y a perseguir sus sueños con
disciplina y fe. “Muchos ven en mí la prueba de que sí se puede. Siempre les digo
que no renuncien a sus sueños, que por más oscuro que sea el camino, siempre
hay una oportunidad. Y el SENA es esa oportunidad”, señaló.
La palabra con la que
resume su experiencia es contundente: amor. “El SENA llegó a esta
comunidad olvidada con amor, y ese amor fue el que nos salvó. Por eso, cada vez
que puedo, invito a otros a vincularse, a formarse, a creer que sí se puede
salir adelante”.
A una década de aquella primera clase, Cristian proyecta su futuro con optimismo: desea expandir su empresa, seguir generando empleo, y continuar siendo una voz de aliento para quienes aún no encuentran su camino. Su historia es una entre miles, pero posee la fuerza de lo auténtico: la de un joven que pasó de la vulnerabilidad a la superación, y que hoy representa, con orgullo, el poder transformador de la formación de calidad que ofrece el SENA.